viernes, 1 de octubre de 2010

El origen de la eñe


Hay tres cosas que son inequívocamente españolas: los toros, el flamenco y la eñe. La letra eñe es prácticamente exclusiva del castellano o español, representa un fonema palatal que no existía en latín. La pronunciación de los grupos latinos -ng- (ungula), -gn- (cognatus), -nn- (annus), -ni- (Hispania) evolucionó en las lenguas romances hasta llegar a sonidos nasales palatales. Durante la Edad Media se representaron en cada lengua romance de diferentes maneras, alternándose y confundiéndose: -yn-, -ny-, -nig-, -ign-, -nj-, -in-, -n-, etc. El castellano prefirió desde el inicio la -nn- que los escribanos abreviaban con una ene y una raya encima que fue ondulándose por razones estilísticas. A partir del Renacimiento, se empieza a considerar como una letra independiente y a olvidarse su origen como abreviatura.
En 1991 se desató una guerra económica cuando la CEE pretendió comercializar teclados sin ñ. El colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, afirmó:
"Es escandaloso que la CE (Comunidad Europea) se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la eñe (...) sólo por razones de comodidad comercial (...) Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos".
Por aquellos tiempos, escribía con guasa Carmen Rico Godoy en un artículo de la prensa: "Los hispanohablantes de Estados Unidos tienen que apañarse para escribir su idioma como pueden, o sea fatal : « Dona Puri ensenaba a los ninos a pelar castanas y a las ninas a peinarse el mono mientras ella miraba, sonadora, como se empanaban los cristales al llegar de otono". Deprimente.

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