Para después del puente de noviembre, todos los alumnos de 3ºC deben buscar una canción que les guste, ponerla en clase y explicar por qué la han elegido. Ahí va la mía.
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Cuando pienso que son ya las once y pico,
yo que ceno lo más tarde a las diez...
¿Cómo diablos se fríe un huevo frito?
¿dónde se habrá metido esta mujer?
La vecina me dice que no sabe
y mi suegra tampoco desde ayer.
No son horas de que ande por las calles.
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Yo le iba a contar lo de García,
y de cómo le he parado los pies...
lo del bulto que tengo en la rodilla...
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Qué hace aquí este montón de ropa sucia,
le compré lavadora y para qué...
Estas cosas me irritan, no me gustan.
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Mi camisa aún está toda arrugada,
y mañana me la tengo que poner.
¡Pues la plancha, aunque le den las tantas!
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Va a haber bronca, esta noche va a haber bronca.
Me cabrea, hoy tenía ganas de...
pues después de la bronca... ¿pero dónde,
dónde se habrá metido esta mujer?
¡Pero bueno, si falta una maleta...
la de piel, para colmo la de piel!
¿Para qué la querrá la imbécil ésta?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
(Javier Krahe y Alberto Pérez)
¿Por qué me gusta esta canción?
Porque creo que refleja en tono de humor la distinta educación que se ha dado a los sexos en este país y que ha contribuido a que seamos menos felices. Además está escrita por dos hombres. El protagonista, bastante machista, no puede soportar que le hayan abandonado. Su mujer realiza para él las funciones de la sirvienta (la cena a las diez, la plancha); las de paciente psiquiatra (hoy que le tenía que contar el problema de la oficina); las de enfermera (el bulto de la rodilla); y las de amante (hoy que tenía ganas). Su ruindad se manifiesta en el detalle de la maleta de piel: las mejores cosas son siempre para los hombres, incluso en el espacio de la calle (no son horas). Tampoco duda en insultar: la imbécil, o en tratarla con poca consideración: esta mujer. No hay ningún sentimiento de cariño, sólo de exasperación porque esas cosas no le pueden pasar a él. Y es que el sexismo ha acentuado el infantilismo de los hombres, eternos Peter Pan, que salen de los brazos de su madre, que tanto los mimó, a los brazos de su mujer, sin ningún tipo de aprendizaje para saber vivir en solitario. Como hay mucho humor y poco amor, el tono nos hace ver que el protagonista es un pobre diablo que solo discute, pero que nunca llegará al maltrato. Se merece estar castigado sin cenar.
Por otra parte, destaca la valentía de esta mujer sin nombre que ha decidido dejar plantado a tamaño estúpido, que no sabe ni hacer un huevo frito, con un portazo como el que dio Nora, la protagonista de “Casa de Muñecas” de Ibsen. Las mujeres de estas generaciones aguantaban lo inaguantable del esposo déspota porque no tenían otra forma de ganarse la vida. No es de extrañar que muchas revivieran una vez viudas, por fin dueñas de su libertad.
lunes, 11 de octubre de 2010
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