sábado, 27 de noviembre de 2010
Jean Austen
¡Qué malos son los viernes a última hora para entrar en polémicas, sobre todo si se ha tenido antes un examen de filosofía!
En el libro de texto no aparece ninguna referencia a Jane Austen (1775-1817), hija de clérigo y de familia numerosa, educada en los principios de la Ilustración, precursora de la literatura de costumbres y partidaria de un romanticismo sensato y no extremista. La mayoría de sus novelas, que han tenido mucho éxito sobre todo a partir de sus adaptaciones cinematográficas, trata precisamente de conflictos entre los sentimientos y la realidad. En una de sus novelas más conocidas Orgullo y prejuicio, la acción transcurre entre familias de la clase media rural inglesa, presentándonos las vicisitudes sentimentales de las dos hijas mayores, de modo especial la complicada y fluctuante relación entre la segunda en edad, Elisabeth y el caballero Darcy hasta llegar al matrimonio. En otra, Emma, asistimos a la crónica de un viaje en primera clase, con destino directo hacia un matrimonio anunciado. Seiscientas páginas para enterarnos de lo que siempre supimos entretenidos con las minucias de un recorrido anodino: pianos, muselinas, excursiones, bailes, juegos de salón.
Todas las novelas de Austen están basadas en dos temas: la estratificación social y el matrimonio (aunque su autora nunca se casó):
—Pero aún así ¡será usted una solterona! ¡Y eso es algo terrible!
—No pasa nada, Harriet, porque yo no seré una solterona pobre. Y lo único que hace al celibato condenable a los ojos del público en general, no es otra cosa que ¡la pobreza! Una mujer soltera, con una renta muy apurada, a la fuerza tiene que ser una solterona ridícula y poco agradable, el hazmerreír de los jóvenes y las jóvenes; pero una soltera, con una fortuna considerable, siempre será respetada, y puede ser tan elegante y agradable como cualquiera. (…) lo que ocurre es que una renta muy apretada tiende a reducir la capacidad mental y a amargar el carácter.
En todas se recorren escenarios parecidos, se exteriorizan conflictos de la misma naturaleza y los personajes —a pesar de la hondura de sus matices, que finalmente los volverá únicos— aparecen como repetidos prototipos. Todo parece transcurrir en la tersa mediocridad de una burguesía provinciana, de mentes estrechas, más preocupadas por la falta de estilo en el arreglo de un sombrero que por la hondura de la tragedia humana. Pero como afirmaba Virginia Wolf: “Jane Austen es una maestra en el manejo de emociones mucho más hondas de lo que aparecen en la superficie. Nos estimula a proveer aquello que falta. Lo que nos ofrece es, aparentemente una tontería; pero compuesta de algo que se expande en la mente del lector y la provee con la más durable forma de escenas de vida, sólo en apariencia triviales. El acento está siempre puesto sobre el carácter”.
La escritora busca romper barreras sociales, mostrándose reacia a la incapacidad de movilidad social típica de la época manteniendo los principios clásicos aristotélicos de verosimilitud, esto es, que sea acorde a la realidad. Sus personajes casi siempre están representados en armonía, el sentimiento, la estupidez, la frialdad y otras sensaciones, acompañan la vida cotidiana en consonancia con la felicidad y el bienestar. Sus novelas contienen un mensaje instructivo, señalan el buen comportamiento y aportan una especie de experiencia ficticia, aunque Charlotte Brontë (otra solterona romántica, autora de Jane Eyre) lo sintetiza así después de leer Orgullo y prejuicio :
«un preciso daguerrotipo de una faceta común; un jardín cerrado y cuidadosamente cultivado, de bordes limpios y flores delicadas; pero ni una vívida y brillante fisonomía, ni campo abierto, aire fresco, colina azul, o arroyo estrecho».
Para saber más:
http://www.filo.uba.ar/contenidos/carreras/letras/catedras/litinglesa/sitio/pp-janeausten.htm
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