Este año el concurso de redacción de El Día del Libro comenzaba así: Y entonces lo supe. Incluimos en este espacio a los ganadores, uno por cada nivel. Los premios se darán el día de las notas en el salón de actos. También podéis subir las redacciones que no han sido premiadas.
El relato ganador de 1º ESO
El relato ganador de 2º de la ESO
El relato ganador de 1º ESO
Veinte euros
Y entonces lo supe, por fin, después de catorce años,
averigüé quién asesinó a sangre fría a mi amado padre. Os contaré lo que pasó.
Era una noche de abril. Fui con mi padre al estadio de
mi equipo. Fue uno de los mejores y más bonitos momentos que recuerdo haber
pasado con él. Nuestro equipo ganó. Volvíamos a casa en el coche cantando con
alegría el himno de nuestro equipo. Pasábamos por una calle no iluminada,
entonces el coche se paró en seco. Temblando por dentro, pero haciéndome el
duro por fuera le pregunté a mi padre qué había pasado. Me dijo que nada, solo
se había quedado sin gasolina. Me dijo que me quedase en el coche, que se iba a
acercar a una gasolinera que habíamos pasado hacía dos minutos. Sacó dos
bidones de cinco litros, cogió veinte euros de su cartera y se fue andando con
un bidón en cada mano y el billete de veinte sobresaliendo del bolsillo
izquierdo trasero de su pantalón. Dobló la esquina hacia la izquierda y esa fue
la última vez que le vi con vida. Aproximadamente cinco minutos más tarde oí
las sirenas de dos coches de policía y de una ambulancia. Desde el asiento
trasero, vi por la ventana de atrás como pasaban los tres vehículos fugazmente
de derecha a izquierda. Salí del coche y recorrí a pie el mismo camino que le
vi hacer a mi padre cuando se marchó. Vi que estaban todos parados en la
gasolinera. Me acerqué corriendo, imaginándome lo peor. Cuando llegué, la
policía había acordonado la zona. Desde detrás vi un cuerpo de un hombre de
mediana edad tirado en el suelo sin moverse. No le vi la cara, pero vi dos
bidones de gasolina de cinco litros, uno a cada lado, uno lleno y otro por la
mitad. No necesité más cosas para que mi
cerebro se volviese loco, y no razonase los actos que iba a hacer. Levanté el
cordel y corrí a ver la cara de aquel hombre. Nada más vérsela me eché a
llorar. Dos policías me agarraron y me sacaron fuera del área restringida.
Quería decirles que era mi padre, y si me podía quedar dentro, pero no podía
vocalizar. Desde detrás vi que los de la ambulancia subían el cadáver de mi
padre a una camilla, le metían en una bolsa negra y después en la ambulancia.
Entró un enfermero por cada puerta y se marcharon. La gente se fue, y de
repente me quedé solo, en una noche oscura y fría. Aquella noche pasé de un
momento muy feliz a otro muy triste.
A día de hoy tengo veinticinco años, estoy casado con
una mujer maravillosa. Soy feliz, aunque no puedo olvidarme de lo que pasó
aquella noche. Durante toda mi vida he estado solo. Las únicas personas con las
que he hablado informalmente son mi mujer y mi madre, pero mi madre tiene
depresión y no quiere saber nada sobre nada. Hace dos semanas conocí a un
hombre. Me pareció simpático, un hombre normal, me conto que era policía. Le
conté lo que me pasó con once años. Dijo que si quería, me podía ayudar a
averiguar quién lo hizo. Me negué. Aquella noche, cuando me fui a la cama, tuve
una pesadilla. Estaba yo con once años, en la calle y el suelo estaba repleto
de cadáveres, cadáveres de mi padre. A la mañana siguiente, llamé a aquel hombre
que conocí. Acordé en investigar lo de mi padre con él. Al día siguiente,
quedamos para comer. Me trajo todas las pruebas: fotos, objetos del sospechoso
… Me comentó que murió por los disparos
en el pecho. Me fijé en las fotos de su cuerpo, no tenía el billete de veinte.
Le pregunté si lo encontraron, pero me dijo que no. Le pregunté de nuevo si
existía la posibilidad de que ya hubiese pagado por la gasolina. Dijo que el
dependiente le comentó que no llegó a entrar. Pregunté sobre las huellas y me dijo
que eran de un vulgar camello de la zona, pero aun así nunca hubo pruebas
concluyentes. Le hablé de visitar al camello y aceptó con la condición de no
decir nada a la policía. Por la tarde, llegamos a la puerta de la casa, era
antigua, con grietas en las paredes y la puerta de madera estaba siendo
devorada por termitas. Llamamos a la puerta, nos abrió un señor mayor. Le
preguntamos quién era. Contestó y mi amigo dijo en bajo para mí: “es él”. Nos
invitó a pasar. A pesar de lo que fue, era un hombre encantador. Mi amigo me dijo que le distrajese mientras él iba a buscar
la pistola. Después de media hora salimos de la casa, le pregunté por la
pistola y me dijo que la tenía. El arma era del mismo calibre y se comprobó que
las dos balas fueron disparadas desde esa pistola. Al final, mi amigo lo contó
en comisaría y fueron a buscar al anciano. Cuando se lo llevaban esposado, le
miré a la cara y le pregunté por qué lo había hecho. Me soltó un rollo sobre su
adolescencia, momentos difíciles, malas compañías. En el fondo, solo fue un
atraco que salió mal. Mataron a mi padre, sólo por veinte euros.
Miguel Rodriguez de Rojas
23 de Abril
DÍA DEL LIBRO
Y entonces lo supe, supe que
allí estaba, lo que tanto había buscado, aquella emoción que me producía una
alteración y un gran nerviosismo. No sabía qué hacer, qué decir, qué sentir…
Solo sabía que había encontrado aquel momento y aquel lugar exacto que
conseguían llevarme a esa sensación que solo sentía de pequeño, era lo mismo
que un viaje en el tiempo. Era como recordar mi infancia, como revivir algo
muerto, desolado y penumbroso que había en mi interior, y aquella sensación era
como la luz que lo iluminaba. Pero aquella sensación duró poco, y fue como volver
otra vez a mi mundo, aquel mundo que había en mi cabeza y que me agotaba, sin
darme ningún respiro. Después, pensé qué habría hecho para conseguir eso que
tanto buscaba. Recordé ese momento, y me di cuenta. ¡Era un… libro! Un libro,
nada más y nada menos que un libro, un objeto tan valioso que tiene la
capacidad de entrar en nuestra mente y enseñarnos cosas nuevas y de alterar
nuestra realidad con una total seguridad. Entonces pensé, lo primero que debía
hacer era buscar libros y enseñarlos a todo el mundo, y regalarlos. Podría
hacer que todo el mundo sintiera lo que yo en ese momento, podría hacer que
todos valoraran aquel amigo que puede llegar a ser un libro. Un libro es algo
único, es oro pintado en las hojas, son plata las hojas y es bronce el
exterior. Yo conseguiría que todo el mundo descubriese aquello que tanto yo
valoraba. Y que mejor manera de hacerlo que escribiendo esta historia…
Jesús Carballo Arribas
El relato ganador de 3º de la ESO
Pensamientos y reflexiones
Y entonces lo supe, supe que tenía que actuar.
Supe que ellos me necesitaban. Supe que todo dependía de mis habilidades, pero
¿a quién salvar?
Una de las personas era Andrea. La conocí
cuando solo tenía dieciséis años. Y tan solo tardamos un año para estar juntos.
Ahora que pasaron cuatro años seguimos igual; la amo y, tal vez, es el amor de
mi vida. Tan solo con pensar en sus ojos verdes o su pelo castaño notaba como
algo dentro de mí se movía. Muchos lo llaman “mariposas”, pero para mí eran
como una manada de elefantes en estampida. Sin duda, era “mi vida”.
El segundo de los tres era Daniel, mi amigo de
infancia, mi mejor amigo. Daniel, o Dani para mí, fue la persona que más me
ayudó durante toda mi vida, un pilar clave para sostener mi vida, para que no
caiga y se rompa en mil pedazos. Sin duda, le necesito, pero ¿de verdad vale la
pena perder tanto?
El último de los tres era mi hermano, mi
hermano Sandro. ¿Qué decir de un hermano? Ha estado toda mi vida a mi lado. Es
cierto que como todos los hermanos tuvimos nuestros más y nuestros menos, pero
al fin y al cabo es mi hermano, parte de mi sangre. ¿Cómo dejar a alguien de tu
familia morir delante tuya? No podría
soportarlo…
Así que ahí estaba yo, tomando la decisión más
importante de mi vida, mientras una voz decía: “Una persona debe perder su
vida, tú eliges quién.” Los tres estaban sobre una plataforma, debajo de estas
solo una caída en la que no alcanzaba a ver el fondo. Había tres botones, cada
uno accionaba una trampilla. Pensé en salvar a mi hermano sin duda; pero aquí
estaba la duda, ¿qué trampilla seleccionar? ¿Amistad o amor? Dicen que un amigo
es para toda la vida, pero ella es mi vida. En mi cabeza solo volaban
pensamientos y recuerdos. Sudor frío y las piernas me temblaban. No se puede
comparar con nada. Y entonces fue cuando tomé la decisión. Me acerqué al borde
de aquel pozo, sin atreverme a dirigir una palabra a nadie, ni si quiera una
mirada. Tan solo me puse de espaldas a aquel enorme agujero. Tenía un plan. Quizás
fue el camino fácil, pero me dio igual, tras mucho meditar me dejé caer de
espaldas. Mientras caía vi como aquel
gran agujero se cerraba, mi plan salió bien. La voz pedía una vida, y total
¿para qué dar la de otro? Sin ellos mi vida estaría vacía.
Áxel Cobo
Jiménez 3ºB.
El El relato ganador de 4º de la ESO
En el cielo
hay pista de atletismo
Erica Calvo Sánchez
El relato ganador de 1º de Bachillerato
Y entonces lo supe. Cuando volví a ver su reflejo en la
cristalera, me entró un escalofrío por el cuerpo, las manos me sudaron y la
boca se me secó. Era lo que ansié y deseé tanto. Toda mi vida esperando este
momento, noche tras noche, soñando con tenerla entre mis brazos,
abrazarla y olerla; rebosar de placer con solo tener la oportunidad de tocarla y besarla; sentir dentro de mí su frescura y su dulzura.
Todos los días, al
venir del gimnasio, la veía, estaba siempre colocada en el mismo rincón de la
tienda, pero nunca me atrevía a entrar, pensaba que ella no sería para mí, que
no me convenía y era mejor que lo dejara pasar. Cada vez que pasaba
por delante del escaparate, sentía algo en el estómago, una sensación de
necesidad. Yo era fuerte, pero no creía que pudiera aguantar mucho tiempo.
Sentía como si me mirara, como si me animara a entrar. Ella no era como
las demás, era diferente. Me atraía su placer prohibido. Decidí no volver
más por ese camino o me volvería loco.
Poco tiempo después, volví con unos
amigos del gimnasio y, cuando quise darme cuenta, estaba otra vez delante de su
tienda. Mis pupilas se dilataron y la tensión iba aumentando poco a poco. Ella me miraba como
nunca antes lo había hecho y no pude resistirme. Entré y supe que no había
sido un error y que me la merecía después de tanto esfuerzo. Esa gran palmera de chocolate de la pastelería de la Pepi, por fin, era mía y ya nadie me la podría arrebatar.
Sandra Sánchez, 1º B
Supe que era una niña robada
Y
entonces lo supe, era una niña robada. Desde ese instante no dejé de buscar a
mis verdaderos padres.
Todos
querréis saber como empezó esta historia, me lo imagino ¿no…?
Pues
todo empezó un 23 de Marzo del 2014. Todo el mundo se comportaba normal, mi
hermano con su tontería (acaba de comenzar la edad del pavo, hay que
comprenderlo), yo con mis deberes… menos mis padres. Unas semanas antes mi
hermano empezó a bromear que a lo mejor él era del butanero, y yo como siempre,
le seguí la corriente. Yo decía que era robada (en broma), noté algo raro en el
comportamiento de mis padres, no se dejaban de mirar con cara de sorprendidos y
susurrándose yo qué sé qué al oído. Le dije a mi hermano que paráramos con esta
bromita. Me hizo caso y pareció que mis padres volvieron a comportarse normal
hasta ese día. Vinieron mis tíos, como de costumbre, y salió el tema de los
niños robados; yo acababa de llegar de salir al parque con mis primas. Todo el
mundo se calló y se me quedaron mirando con cara de asombro, hubo un silencio absoluto que me
asustó mucho hasta que lo rompió mi prima Nerea; para decir que si jugábamos a
la wii. Los padres aceptaron y se fueron a charlar a mi habitación.
Desde
ese día mis padres no querían hablar de casi ningún tema, solo del colegio y
del instituto, me resultó muy raro hasta que me planté y les dije que quería
hablar con ellos a solas, ellos asintieron con la cabeza.Todavía me acuerdo el
día que hablamos, fue el 1 de Abril. Les dije que me dieran una razón convincente
de a qué narices venía ese comportamiento tan raro, sobre todo con migo. Ellos
me dijeron que no podían tener hijos porque “mi padre” era estéril. También me
explicaron que mi hermano era un niño sin hogar fijo y sin padres por eso
decidieron adoptarlo. Pero sin embargo yo fui una niña robada por la Hermana
Maximiliana, y mis padres verdaderos eran una pareja muy joven. La chica se
llamaba María y su marido Carlos. Hasta ahí me pudieron decir. Me quedé
atónita, pero no me enfadé con ellos, porque me han estado cuidando mis doce años de mi vida.
Entonces
empecé a buscar a mis padres verdaderos. Espero encontrarlos y
tener un feliz final.
Isabel Rodríguez, 1ºE
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