martes, 4 de septiembre de 2012

La importancia de llamarse Ernesto como el abuelo


A mi sobrino Ernesto García Rodes, joven suficientemente preparado que no encuentra trabajo

En mi pueblo, Villena, se tiene la costumbre de poner el nombre de los abuelos a los nietos. El nombre se hereda como el apellido. De  este modo, unos lazos invisibles se encargan de unir aún más a dos generaciones distantes en el tiempo. Los Cuéllar nos empeñamos en que a mi sobrino le pusieran el nombre de su abuelo al que no conoció. Ernesto Rodes era todo un caballero, sacó adelante el negocio familiar de sondeos y le gustaba disfrutar de la buena mesa y de las conversaciones amenas. Yo le llamaba mi segundo padre y como tal me trataba. Mi sobrino Ernest se parece a él en el carácter: tranquilo, reflexivo, inteligente, amante de la buena ropa, con un gran sentido del humor y de la ironía; aunque físicamente es igual que su padre que murió tempranamente de cáncer.  Desde niño siempre le recordábamos la importancia de llamarse Ernesto como el abuelo y de joven le citábamos la obra de Wilde como parte de la argumentación, donde un personaje femenino, Gwendolen, afirma que el nombre es irresistible: “Mi ideal ha sido amar a un hombre que se llamase Ernesto. Hay en ese nombre algo que me inspira confianza”. Posteriormente él mismo averiguó el verdadero sentido de la obra de teatro.

Oscar Wilde estrenó en 1895  The importance of being Earnest. Earnest, además de Ernesto, viene a significar «serio, formal».  Wilde, jugando con la homonimia, traza el contenido y el resumen de su drama justo en el título, que pretende ser una crítica  a la sociedad victoriana en la que le tocó vivir, en la que la hipocresía y el aparentar se anteponen al ser uno mismo; pero no a base de comentarios insulsos y ataques directos, sino a partir de la sátira y el humor, presentes en sus mordaces diálogos, que dan lugar a situaciones muy cómicas.
Ambientada en la época victoriana, trata de un hombre llamado Mr. John Worthing, que inventa otra personalidad, Ernesto, con ella pretende divertirse, evitar sus responsabilidades y  conseguir aquello que se propone. Mr. Algernon Moncrieff, es su íntimo amigo que también crea otra personalidad ficticia: Bunbury,  un amigo enfermo que vive en el campo y que utiliza como excusa para evadirse de sus obligaciones sociales.  Éste último  le presenta a su prima, que se enamora rápidamente de John porque cree que está avocada a casarse con alguien que se llame Ernesto. A partir de este momento se inicia un enredo amoroso, y las mentiras y engaños se suceden de tal forma que algunas situaciones llegan hasta el absurdo, hasta que finalmente las invenciones se van descubriendo.
En resumen, una sociedad donde para poder conseguir lo que se quiere hay que saber guardar  las apariencias y las dobles vidas: “puesto que Ernesto es un nombre serio y formal,  por tanto, la persona debe de serlo, inexcusablemente”.
Como dijo Pessoa: fingir es conocerse.  Los libros nos enseñan mucho. 

El apellido artístico  del cantante Enrique Bunbury proviene de un personaje de La importancia de llamarse Ernesto, como él mismo ha confirmado en diversas entrevistas y en su biografía Lo demás es silencio, escrita por Pep Blay.


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